Jesús Sánchez Meleán
“Un día de furia”, es el titulo en español que recibió la película “Falling Down” protagonizada por Michael Douglas en 1993. La trama de la película se desarrolla en el tiempo presente en la ciudad de Los Ángeles. El personaje que interpreta Douglas se ve expuesto y confrontado por la realidad que tiene en frente. Ese personaje vive en una ciudad multirracial y multicultural. La amplia diversidad que le rodea, unido a sus problemas económicos y su perfil psicológico, le produce tensión y frustración a ese personaje que se deja llegar por la ira.
Al ver la película nos damos cuenta de como la ira es mala consejera y tiene muy graves consecuencias. Yo espero que hoy la ira no embargue a un buen número de nacionalistas blancos- de esos que son seguidores de QAnon y creyentes de las teorías conspirativas-, como llegó a invadir los sentimientos del personaje interpretado por Douglas en “Un día de furia”. A algunos de esos nacionalistas blancos el conocer los resultados del Censo 2020 les puede provocar hasta convulsiones.
Los resultados del Censo evidencian lo que se ve a simple vista. Estados Unidos es ahora un país mil veces más diverso que el reflejado en aquel primer censo de 1790. Dividamos la población total de EE. UU., esos 331 millones de habitantes, en cinco partes iguales. Según el reciente censo, la población blanca de origen angloamericano representa tres de esas cinco partes. Los otros dos quintos restantes incluyen a todos los grupos étnicos y culturales que viven en EE. UU. y que no son angloamericanos.
La población que declaró tener origen hispano representa uno de esos dos quintos restantes. Mientras, la última quinta parte agrupa a las otras comunidades que no son ni de angloamericanos ni de hispanos. Los datos de este censo confirman que los hispanos son la minoría más grande en EE. UU. Y a su vez, son la minoría de mayor crecimiento. Los hispanos aportaron un poco más del 50 por ciento del crecimiento poblacional en EE. UU. Mientras los hispanos crecieron, los angloamericanos decrecieron en un 8 por ciento con relación al 2010.
A los supremacistas estos datos no les deben gustar mucho. No serán pocos los que salgan a desempolvar los libros de Samuel Huntington, politólogo norteamericano. A finales de los años 80, Huntington inició una discusión sobre el impacto negativo que tendrían las nuevas olas migratorias. Este politólogo advertía que la mayoría angloamericana debía estar preparada para observar como los migrantes mexicanos e hispanos, que conformaban esta nueva corriente migratoria, abandonarían los valores culturales relacionados con el protestantismo.
Huntington aseguraba que estos “migrantes mexicanos e hispanos” no se integrarían a la sociedad general. Según este experto, esos migrantes conformarían un grupo asilado y con una realidad lingüística diferente a la del inglés. Ese prejuicio de Huntington incluía el argumento de que los hispanos no tenían iniciativa empresarial ni capacidad de riesgos debido a que habían crecido en sociedades donde el estado proveía las ayudas que los individuos necesitaban para sobrevivir.
Aunque los hechos han desmentido las tesis de Huntington, los supremacistas van a seguir repitiendo sus ideas. Y lo que es más grave es que estos sectores seguirán a la defensiva y seguirán apoyando a las opciones políticas que le ofrecen revertir esas tendencias demográficas en EE. UU. Lo saludable es que estos grupos supremacistas, y los políticos que exacerban los sentimientos de miedo en ellos, tomen consciencia sobre la realidad que tienen frente. La ira no los debe embargar como le pasó al personaje de “Un día de furia”.
La diversidad racial tiene muchos más beneficios que defectos. Este país va a poder alcanzar mayores niveles de progreso una vez que vuelva a enterrar y condenar esos sentimientos de desconfianza racial y esas opciones políticas que tienen su fundamento en condenar y negar la riqueza que tiene la diversidad racial.
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