A bailar un danzón

A bailar un danzón

Jesús Sánchez Meleán

Escribo la frase a bailar un danzón. Pero pude haber escrito que son muchos los que tendrán que comenzar a moverse al ritmo de un mambo, un son, un chácháchá, o una salsa. Todos esos ritmos son originarios de la isla caribeña, ubicada a pocas millas de la costa sur de la Florida, y pueden ser la banda sonora de las imágenes que estamos viendo desde el domingo 11 de julio.

Ese domingo, de manera sorpresiva, vimos como los vecinos de San Antonio de los Baños tomaron las calles para pedir un cambio en el gobierno de Cuba. Esta explosión o catarsis de quienes residen a 30 km al este de La Habana produjo un efecto de contagio en más de 50 pueblos y ciudades cubanas. Esta reacción espontánea y generalizada de los residentes de la isla tuvo en común el uso de los cánticos: “Libertad” y “Patria y Vida”.

Lo importante es que ese domingo pareciera que muchos cubanos perdieron el miedo y se fueron a expresar su descontento en las plazas. Muchos de estos cubanos disgustados, u obstinados,  tuvieron el coraje de explicar las razones de su enojo. Dijeron que la comida escasea; que les faltan los medicamentos básicos; que desean enjabonarse y cepillarse los dientes con crema dental. Ellos también quieren tener electricidad en sus hogares.

Cualquier “izquierdoso” que escuche esos argumentos puede concluir que todas esas son “demandas burguesas”. Es decir, se pudiera pensar que todos esos cubanos revoltosos no son “revolucionarios” sino unos “materialistas”. Sin embargo, los cubanos residiendo en la isla que dieron la cara para explicar los acontecimientos dejaron saber que tienen décadas viviendo precariamente pero ahora están consientes y “cuerdos” y demandan el obtener la libertad.

Pareciera que estos cubanos han perdido la paciencia y por ese motivo han dinamitado la credibilidad de Miguel Díaz Canel, nóbel heredero de la dictadura de los Castro. Así será el descontento que ese bien entrenado dictador perdió la cabeza al enterarse de los acontecimientos. Díaz Canel llamó a una guerra de pueblo contra pueblo. Le pidió a los comunistas cubanos, es decir las bandas armadas del régimen, el detener a los manifestantes.

Las bandas armadas tomaron la calle, pero todo indica que la multitud los superó. Ese pichón de dictador tuvo luego que retractarse y asegurar que todos los miles de detenidos por protestar serán tratados con justicia. Lo que uno se pregunta es ¿cuál justicia? Esa palabra no significa lo mismo en Cuba que en el resto del mundo. Díaz Canel seguramente se refiere a aplicar la tortura y la presión para doblegar a cuanto cubano proteste contra el gobierno.

El capítulo de estas protestas no ha terminado. Las protestas de 1994 en Cuba no acabaron con el régimen comunista. Por el contrario, el castrismo salió fortalecido de aquella insurrección popular. Puede que en esta oportunidad pase lo mismo. Sin embargo, en este caso, hay mucho más en juego que el cambio de régimen en Cuba. Este desmoronamiento, de llegar a producirse, haría caer como castillo de naipes a los gobiernos de Venezuela y Nicaragua.

Ya es vox populi en la isla que las familias de los jerarcas del régimen cubano están buscando destinos más seguros. Se dice en la isla que esos jerarcas están abandonando la isla como “cucarachas”. Se asegura que muchos se han ido a refugiar en Venezuela, territorio colonial cubano.  Esperemos a ver cuál es el desenlace de esta crisis. En ese momento vamos a darnos cuenta a quién, o a quiénes, le tocará bailar un danzón.

Jesús Sánchez Meleán

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