POR MAL MANEJO DE LOS FONDOS PRIVADOS PARA EL MURO FRONTERIZO
Washington/ Agencia Efe
Steve Bannon, detenido por fraude, fue el principal asesor en el despegue electoral Donald Trump aupado en el populismo y la extrema derecha, un provocador ideólogo que soñaba con dinamitar desde dentro las estructuras del poder estadounidense. Paradójicamente, ha sido imputado por su papel en un supuesto fraude en torno a la iniciativa “We Build the Wall“ (“Nosotros construimos el muro”, en inglés).
Esa iniciative recaudó unos 25 millones de dólares para reforzar el muro fronterizo con México. El que fuera estratega jefe de la Casa Blanca se consideró siempre un forastero en el Ala Oeste, un revolucionario que había llegado al poder y debía navegar entre elementos hostiles para cambiar radicalmente el partido republicano y combatir a los burócratas y las regulaciones que, según él, estaban descarrilando al país.
El capitán del desencanto
Astuto y discreto, y con 66 años, el asesor más populista de Trump se convirtió en los primeros días del mandato en un blanco fácil para la oposición demócrata. Tuvo influencia en el polémico veto migratorio del mandatario y se cuestionó su presencia en las reuniones sobre seguridad nacional. Fue el último jefe de campaña de Trump y que supo traducir en votos el desencanto de los blancos de clase trabajadora.
Bannon se instaló en una oficina cerca del Despacho Oval, la despojó de muebles y colgó en una de sus paredes una pizarra blanca. En ella anotó todas las promesas que Trump hizo durante la campaña, con la idea de ir tachándolas según las cumpliera y convertirse en el guardián de los votantes a los que el mandatario había convencido con un discurso redactado, en buena parte, por Bannon y otros profetas de la derecha populista.
Aunque no pudo tachar muchas de esas promesas por el poco tiempo que estuvo en la Casa Blanca, sí que tuvo el placer de dibujar una gran cruz sobre la palabra “París”. Esta cruz se refiere a la decisión Trump de retirar a los Estados Unidos del acuerdo sobre cambio climático firmado en esa ciudad. Para muchos, esta decisión de Trump significó, probablemente, su mayor triunfo.
Maquiavelo de la derecha
La imagen maquiavélica que tanto repugnaba a los demócratas acabó desgastando poco a poco a Bannon. En el programa “Saturday Night Live” aparecía parodiado como un ángel exterminador que ocupaba el escritorio del Despacho Oval y obligaba a Trump a sentarse en una mesa más pequeña, como de niño. A Trump le irritó una portada de la revista Time, que tituló una entrevista con Bannon con la frase “El gran manipulador”.
El disgusto de Trump se relacionaba con el hecho que le restaba independencia y, sobre todo, protagonismo a un presidente ávido de atención y elogios. En una Casa Blanca marcada por las luchas de poder, a Bannon le perjudicó el deterioro de su relación con el gran protegido de Trump, Jared Kushner. Bannon declaró que su objetivo era la “deconstrucción del Estado administrativo”.
Se referia Bannon al sistema de regulaciones y acuerdos comerciales que, a su juicio, han limitado la soberanía y el crecimiento económico de Estados Unidos. Su discurso tuvo difícil encaje en una Casa Blanca que se llenó de millonarios. Nacido en 1953 en Norfolk (Virginia), Bannon se alistó de joven y pasó cuatro años a bordo de un destructor, antes de obtener un puesto en el Pentágono.
Formado en las universidades de Georgetown y Harvard, Bannon trabajó en Goldman Sachs antes de crear su propia firma de inversiones, y a finales de los noventa saltó a Hollywood, donde produjo varias películas y programas. Tras dirigir varios documentales sobre el expresidente Ronald Reagan, el movimiento Tea Party y la republicana Sarah Palin, Bannon se hizo cargo en 2012 de la página de noticias de ultraderecha Breitbart.
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