Opinión

Con dolor y esperanza

Jesús Sánchez Meleán

Como venezolano, no puedo evitar sentir un profundo dolor al ver lo que mi país ha llegado a ser. La imagen de un niño llorando en los hombros de su padre en una manifestación contra el régimen de Maduro simboliza el sufrimiento de toda una nación. Esa imagen es una metáfora del dolor, la injusticia y la represión que enfrenta Venezuela. Un país donde la represión ha alcanzado niveles alarmantes: más de 2,400 detenidos y 25 personas asesinadas en las recientes protestas post electorales

El régimen de Nicolás Maduro, utilizando las mismas técnicas de represión perfeccionadas por la Unión Soviética y adoptadas por Cuba, ha implementado un sistema de detenciones arbitrarias y torturas con el objetivo de atemorizar y doblegar a los venezolanos. Pero este es un vano intento. A pesar de estos actos inhumanos, el espíritu del pueblo venezolano permanece firme. Según el resultado de la reciente eleccion presidencial más del 70 por ciento de los venezolanos rechazan a Maduro.

Este régimen autoritario no ha podido ni podrá doblegar el alma de una nación que anhela libertad. Cada día, miles de venezolanos arriesgan sus vidas al salir a las calles, exigiendo un derecho fundamental: que se respeten los resultados de las elecciones y la voluntad popular. Lo que deberían ser derechos básicos en cualquier democracia, en Venezuela se han convertido en motivo de persecución. Sin embargo, a pesar de la brutalidad del régimen, el pueblo no se rinde.

Los venezolanos, con una valentía admirable, siguen alzando su voz por un futuro mejor. Escribo como un tributo a ellos, a todos los que han perdido la vida, a los que están encarcelados injustamente y a aquellos que continúan luchando, sin importar los riesgos. El dolor es profundo, pero también lo es la esperanza. Porque, al final, la verdad y la justicia prevalecerán, y Venezuela volverá a ser un país donde los niños puedan soñar sin miedo y las familias puedan vivir en paz.