Jesús Sánchez Meléan
Reguero. No conseguí mejor palabra para describir la fotografía que el FBI compartió con los medios de comunicación luego de su allanamiento a las oficinas del expresidente Trump en su residencia de Mar-a-Lago. Ellos no encontraron esos documentos en esa posición. Los pusieron de esa manera solo para la fotografía. Sin embargo, todo lo que sale en la fotografía fue conseguido en el mismo lugar, en una misma gaveta. Todas las fuentes públicas y privadas han negado que el FBI haya sembrado nada, como lo argumenta Trump. Todo estaba allí.
Aquí está el problema. El allanado parecía que le daba el mismo tratamiento y respeto, tanto a documentos ultrasecretos, con impacto sobre la seguridad nacional para Norteamérica, como a los ejemplares de Time Magazine, Vanity Fair, The National Enquiere y TV Guide. Estaban todos, supuestamente, ocupando la misma gaveta, mezclados. Quien mantenía documentos tan disímiles debería explicar si es que los detalle que contienen esos reportes de inteligencia tienen alguna relación o no con los reportajes sobre perfumes tan leídos de Vanity Fair.
Podemos entender la magnitud del hallazgo de Mar-a-Lago al escuchar, ver, y leer las palabras de indignación que ha expresado William Barr, Fiscal General de EEUU durante la administración Trump. Barr dijo en Fox News que le parecía un exabrupto el retener documentos de seguridad nacional en un resort en el cual se pagaba por rentar habitaciones. Acto seguido, Barr indicó que era inaudito que su anterior jefe pontificara como Moisés al decir “ábranse las aguas”.
El Moisés republicano le habría dicho “descalifíquense” a todos los documentos en el lugar. Eso, según Barr es inaceptable. Para este abogado también es absurdo que una jueza en el sur de Florida haya ordenado el nombrar un perito para que dé cuenta sobre si el contenido hallado en Mar-a-Lago representaba una violación del privilegio cliente-abogado que tendría Trump. Fue el propio Barr quien le pidió al Departamento de Justicia que apelara esa decisión porque claramente quería dilatar las consecuencias que traería para Trump el reguero de su oficina.
Falta por ver varios capítulos de esta historia. El público estará esperando con ansias donde está el contenido de las supuestas 90 carpetas vacías, marcadas como “Top Secret”, encontradas en Mar-a-Lago. Creo que el público aspira que ese reguero se convierta en una buena lección de lo que no son las buenas prácticas de gobierno.
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