Mujeres migrantes, símbolo de fortaleza

Mujeres migrantes, símbolo de fortaleza

HABLEMOS DE INCLUSIÓN

Por: Carolina Aguirre O.

Sexo débil: Conjunto de las mujeres. Esta definición se encuentra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE). Desde hace pocos años incluye una nota aclarando que la expresión se usa con intención despectiva o discriminatoria. ¿Sexo débil? Analizamos la situación de las mujeres en una de las condiciones más desafiantes que puede vivir un ser humano. Me refiero al abandonar su lugar de origen, su entorno conocido. Digo, migrar.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres representan casi la mitad de todos los migrantes internacionales y constituyen el 48 por ciento de la fuerza laboral migrante a nivel mundial. Las estadísticas indican que cada vez más mujeres migran solas o como cabezas de familia en busca de oportunidades para ellas y sus seres queridos, fenómeno conocido como feminización de la migración.

Detrás del “sexo débil” existen estereotipos sobre una realidad mucho más compleja y desafiante. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) afirma que las mujeres migrantes a menudo son más vulnerables a la violencia y la explotación durante el proceso de movilidad. Ellas también enfrentan múltiples formas de discriminación como condiciones laborales precarias, discriminación salarial y falta de acceso a servicios básicos.

En medio de tantos retos y condiciones de vulnerabilidad y desigualdad, no sólo frente a los hombres sino también frente a sus contrapartes nativas, son muchos los casos de mujeres que han recurrido a su indómita fuerza interior y han transformado los desafíos de la migración. Ellas utilizan su conocimiento y habilidades para trazar sus propios caminos y convertirse así en agentes de cambio y desarrollo para ellas, sus familias y las comunidades.

Un ejemplo es Gepsie Metellus, mujer haitiana cuya familia llegó a Nueva York en la década de los sesenta.  A pesar de la discriminación de la cual fue víctima, ha pasado las últimas dos décadas trabajando en pro de los derechos de las mujeres y de la población migrante haitiana en Florida. Otro ejemplo es Diana Betancourth, una colombiana que, tras emigrar a Estados Unidos, vio a su mamá trabajar extenuantes jornadas limpiando casas.

Diana es hoy dueña de una de las empresas de limpieza más grandes de su zona donde ofrece a sus trabajadores un trato digno y justo equilibrio entre vida personal y laboral. O en el terreno del arte, Roya Ebtehaj, una mujer iraní que también hizo de este país su hogar y cuyo lenguaje artístico crea un espacio de comunicación empática para trascender las barreras que por su nacionalidad enfrentó al migrar.

¿Debilidad? En el mundo las mujeres migrantes son fundamentales para el sustento de las comunidades y economías. Es urgente abordar la migración desde una perspectiva de género que trascienda estereotipos y garantice los derechos de la mujer pues, si migrar es un reto que pone a prueba todas las capacidades humanas, migrar para una mujer es una travesía aún más compleja que lo único que demuestra es su profunda, arraigada y admirable fortaleza.


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