Elecciones, pero sin mucha democracia

Elecciones, pero sin mucha democracia

Jesús Sánchez Meleán

En 2024, alrededor de 70 países se preparan para elegir a sus próximos líderes, ofreciendo a más de 4.2 billones de personas la oportunidad de expresar sus opiniones a través del voto. Las personas podrán votar, pero este hecho no garantiza necesariamente que estemos en presencia de un avance democrático en el mundo.

Es positivo que México tenga la posibilidad de escoger a una mujer como presidenta. Sin embargo, hemos visto con preocupación cómo el actual presidente ha intentado debilitar a la autoridad electoral. Hizo todo lo posible para recortarles el presupuesto y estableció un calendario anticipado del proceso electoral que se inició con unas primarias para Morena y para la oposición.

A pesar de esos intentos autoritarios de López, se puede decir que México es uno de los pocos países en los cuales las elecciones parecieran que van a tener un curso más o menos normal. Hay tres candidatos a la presidencia y cada uno puede moverse con libertad. En muchos otros países, no se anticipa un proceso normal porque los candidatos opositores van a ser hostigados.

Los rusos, por ejemplo, van elecciones y con toda seguridad elegirán a Putin. Lo van a elegir por quinta vez. Es que Putin gobernó dos periodos consecutivos por allá a principios del 2000. Al cumplirse los todos primeros términos esta joyita consiguió un títere para elevarlo a la presidencia. Luego que el títere terminó su período, Putín tuvo la posibilidad de volver a reinar.

Putin regresó. Puso preso y sacó del juego a cuanto opositor con cabeza le salió. Modificó la constitución y ahora será presidente por quinta vez. Es un presidente vitalicio. No menos autoritario, aunque popular, es Nayid Bukele, en El Salvador. La constitución del país centroamericano le impedía reelegirse y al mejor estilo de Putin consiguió como crear una “reelección a su medida”.

El salvadoreño será electo por segunda vez y lo más posible es que tenga la oportunidad de eliminar cualquier obstáculo para la reelección indefinida. Casos tristes del ejercicio de la democracia también ocurren en Belaurus o Rwanda. En esos dos países, el tema de conversación es si los candidatos de gobierno van a alcanzar o no el 100 por ciento de los votos.

El caso de Venezuela también es crítico. Nicolás Maduro anuncia elecciones pero al mismo tiempo su régimen descalifica y amenaza a candidatos opositores. Siembra dudas sobre las posibilidades de un proceso electoral límpio. Incluso en Estados Unidos, la cuna de la democracia moderna, se presentan desafíos para la democracia. Persiste la negación de la derrota por parte del candidato perdedor en 2020.

Los intentos de Trump de desacreditar el proceso electoral han llevado a una polarización preocupante. Esta situación revela que, aunque las elecciones se celebren en naciones aparentemente democráticas, la salud de la democracia a menudo depende de la madurez cívica de sus ciudadanos. En el caso norteamericano son los mismo ciudadanos los que pueden salvar o no a su democracia.

Jesús Sánchez Meleán

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