Jesús Sánchez Meleán
El aplauso a los médicos de los hospitales en Madrid, España, ha sido para mí la imagen más conmovedora de toda la crisis del coronavirus. Un anónimo ciudadano, en un balcón madrileño, arrancó este homenaje con un aplauso individual que el periodisca Fuad Gonzalo Chacón dijo se propagó como un “runrún cómplice que corría por las avenidas vacías. Como gotas, las palmadas fueron cayendo una tras otra hasta formar un gran aguacero de aplausos”.
Ese aplauso se convirtió en un hábito. Por varias noches seguidas, Madrid se estremeció por el agradecimiento a esa línea de infantería que representan los médicos, las enfermeras, y todas las personas del sector salud que arriesgan sus vidas para salvar la de otros. El gremio médico tuvo que hacer frente a las consecuencias de las malas decisiones del liderazgo político español. Hace escasas tres semanas, cuando ya el coronavirus hacia estragos en China, el gobierno del PSOE y PODEMOS incito la asistencia a una gran concentración publica en la capital española.
La ligereza de esos radicales aprendices de estadistas, que no quería coartar las libertades, se tradujo en casi 60 mil casos positivos y más de 4 mil decesos por causa del mortífero virus. España sigue siendo hoy día el cuarto país del mundo con mayor número de casos confirmados y el tercer país del mundo con mayor numero de muerto por esa epidemia. Un homenaje al personal médico en Norteamérica ya se hace obligatorio. Medios nacionales reportan que 100 integrantes del equipo médico de un hospital de Boston dieron positivo en la prueba del coronavirus
Otros médicos que resultaron contagiados se encuentran en Florida, Luisiana y Ohio. Y es que ese aplauso se hace mas necesario ahora que los Estados Unidos han pasado al primer lugar en cuanto al número de contagiados en el mundo. Al escribir este artículo, se registran en EEUU unos 85.335 casos. Mientras, en China los casos ascienden a los 81.340 y en Italia se ubican en 80.589. Lo lamentable es cada tres días, el número de casos en este país se duplican.
Y ya los aplausos para el gremio de la salud de Norteamérica comenzaron. Desde los balcones de los edificios en el centro de Atlanta, la ciudad de los duraznos, se dio una ovación a quienes cumplen dobles jornadas en los hospitales porque ya tienen que vivir en cuarentena. Me uno a ese homenaje y también digo que a mí me gustaría brindarle un aplauso especial Anthony Fauci, médico especialista en alergia y problemas pulmonares. Este notable médico norteamericano tiene una misión particular. Le toca a Fauci el tener que explicar las verdades científicas a los lideres políticos.
Fauci tiene un gran entrenamiento en esa labor. Él ha estado al frente del National Institute of Allegy and Infectious Diseases desde 1984. Fauci se ha tenido que entenderse con los presidentes de los Estados Unidos desde Ronald Reagan hasta la Donald Trump. Y yo supongo que hay líderes más dispuestos que otros en eso de entender el discurso y la disciplina de los científicos en el área médica. Según percibo, Mike Pence, vicepresidente de EEUU, al frente del equipo de trabajo para la crisis del coronavirus, parece entenderse de maravillas con el discurso científico de Fauci.
Pero, se nota a distancia que el presidente Trump quiere imponer una narrativa propia, inventada por él, para explicar la actual crisis epidemiológica del país. Trump se ha conseguido a un hueso duro de roer. Fauci no le ha dejado pasar una sola digresión a Trump. Este veterano médico tuvo que explicar que no se veía en el horizonte cercano una vacuna o medicamento para curar el COVID-19. Fue enfático al decir que el chloroquine curaba la malaria, pero, en ese momento, no se tenía probada su efectividad sobre coronavirus. Y dijo que faltarían por lo menos seis meses de prueba poder sostener esa afirmación.
Esas afirmaciones contrariaban las afirmaciones de Trump. Ese aplauso para Fauci es más que merecido porque a él te toca lidiar con una verdadera fiera: el discurso y la premura de los políticos. Pero, Fauci tiene temple para eso. Ya este médico pudo combatir con éxito y derrotar al SIDA.
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