Rabia presidencial

Presidential rage Rabia presidencial

Jesús Sánchez Meleán

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Gracias al testimonio de Cassidy Hutchinson hemos podido conocer que el expresidente Trump manchó con salsa de tomate una de las paredes del salón oval de la Casa Blanca. Trump habría tirado a la pared lo que era posiblemente un “whopper” doble. La propia Hutchinson cuenta que ella, junto a otras personas, se encargaron de limpiar ese desastre causado por la ira desbordada de un presidente que se negaba a transferir el poder según le ordenaba la constitución del país que gobernaba.

Esa ira presidencial se originó al escuchar en “vivo y directo” por Fox News, seguramente, que William Barr, secretario de Justicia de EEUU, consideraba que no había ningún indicio de fraude en las recientes elecciones presidenciales. Esa declaración de Barr estuvo precedida por otra del alto funcionario encargado de la ciberseguridad del gobierno americano. Ninguno de ellos dos encontraban algún detalle que los obligara a denunciar un fraude. Esa misma opinión la tuvieron unos 38 tribunales en 21 estados. No había caso que juzgar.

En vista de la ausencia de evidencias o elementos de fraude el proceso de confirmación y certificación la derrota electoral de Trump seguía su curso. Pero, según se desprende de los testimonios de la audiencia de los eventos del 6 de enero, el derrotado de aquella contienda seguía impulsando una trama para no entregar el poder. A Jeffrey Rossen, secretario DOJ interino luego de la renuncia de Barr, Trump le habría dicho, “sal a decir que hubo fraude. Yo me encargo del resto junto con mis aliados en el congreso. Solo debes decir eso”.

Rossen no le hizo caso. Este abogado tampoco consideraba que había ningún indicio de fraude. Uno se puede imaginar que la ira de aquel expresidente debía aumentar día a día a medida que se aproximaba el 6 de enero y se debía enfrentar con la realidad de dejar la Casa Blanca. Según cuenta Hutchinson, otro episodio de ira tuvo lugar precisamente ese 6 de enero. Trump habría maniobrado para tomar el volante del carro que lo trasladaba desde el lugar de donde emitió su arenga de aquel día hasta un lugar seguro en la Casa Blanca. No lo logró.

Esta descripción de Trump como hombre irascible ya la había hecho el afamado periodista político Bob Woodward. Precisamente, Woodward le puso por título “Rabia”, a su segundo libro sobre la presidencia de Trump. Para este libro, Woodward tuvo 17 entrevistas con el propio expresidente quien le permitió verlo en su intimidad. En la conclusión del libro, Woodward dice que Trump tenía como principio rector como gobernante el actuar por “impulso”. Woodward, luego pasa a concluir que “Trump es el hombre incorrecto para el trabajo de presidente”.

A la misma conclusión de Hutchinson y Woodward llega el equipo editorial del medio conservador Washington Examiner. Este 29 de junio publicaron un editorial que se titula “Trump ha demostrado que no esta apto para ejercer el poder de nuevo”. En ese editorial que recoge y comenta las revelaciones de Hutchinson también se dice que el expresidente no debe acercarse al poder de nuevo debido a que es inestable y a que ha perdido contacto con la realidad.

El editorial del Washington Examiner afirma que Trump “es absolutamente indiferente y no tiene compromiso con el juramento constitucional de una transición pacífica del poder”. Fue maravilloso que Hutchinson se haya ofrecido como voluntaria para limpiar los estragos del anterior ocupante del salón oval. Un papel similar al de esta joven funcionaria, parece que cumplieron varias decenas de honestos abogados y funcionarios de mesas electorales en todo el país.

Ellos se resistieron a cantar un fraude que no existía. Ellos mantuvieron impoluta una democracia que un mal perdedor quería embarrar de salsa de tomate.

Jesús Sánchez Meleán

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