Jesús Sánchez Meleán
“No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.” Este refrán me viene a la memoria al mirar lo que ocurre en Bolivia. Y me acuerdo, con claridad casi fotográfica, del día en que supe que Evo Morales había ganado la presidencia. De eso hace casi dos décadas. Por aquel entonces, Morales era parte de una franquicia política que se expandía de manera perniciosa por América Latina siguiendo la receta de Hugo Chávez.
Me refiero a un liderazgo de estilo populista que anulaba partidos y arrasaba con las instituciones, para reemplazarlos con un personalismo sostenido en una supuesta conexión directa con “el pueblo”. Para mí aquel fue un día triste, porque ya conocía cómo terminaban esas historias. Con el tiempo, debo admitir, me sorprendió que Morales mantuviera ciertos límites. El boliviano fue mucho más moderado que los chavistas venezolanos con los que yo lo comparaba.
La lección de Bolivia para América Latina
No abolió la propiedad privada ni se subió a la locura monetaria de Chávez. La Bolivia de Morales fue más autónoma y, en algunos aspectos, hasta funcionó. Pero habia algo inevitable. Cuando pudo, Morales buscó perpetuarse. Quiso reelegirse por tercera vez pisoteando la Constitución, insistió aun cuando el pueblo —en consulta popular— le dijo “te queremos, pero ya no como presidente”.
Después lo frenaron los jueces, y más tarde su propio partido. Y, en su terquedad, él también intentó destruirlo. Hoy, el MAS apenas logra mantener su personalidad jurídica. Lo importante es que los bolivianos decidieron dar un paso adelante. Eligieron pasar la página. Y lo hicieron en paz, con observadores internacionales —incluida la OEA— reconociendo la limpieza del proceso. El MAS, que gobernó casi veinte años, queda reducido a un solo congresista. Increíble.
La lección de Bolivia para América Latina
El relevo en Bolivia vendrá de dos candidatos de centroizquierda moderada. Uno, socialcristiano que se inspira en la doctrina social de la Iglesia; otro, un exmandatario con visión liberal en lo económico. Ambos creen en la división de poderes, en la alternancia, en una democracia funcional. Lo más valioso es que Bolivia vivirá una transición de poder, algo que ni Venezuela, ni Nicaragua, ni El Salvador han podido garantizar bajo sus caudillos.
Los bolivianos nos recuerdan que el populismo puede parecer eterno, pero no lo es. Y que el cuerpo de una nación, aunque maltratado, encuentra la fuerza para resistir y renovarse.


otras noticias
La desaparición de Jonathan Torres un caso sin expediente
Firma Invitada – Congreso debe frenar alza del 101% en seguros médicos
Firma Invitada – Colorado merece protección ante sabotaje a la salud pública