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José López Zamorano/ La Red Hispana
Después de permanecer durante años en las sombras, el espíritu del bipartidismo reapareció esta semana en una luminosa tarde otoñal en la capital de los Estados Unidos.
Durante una ceremonia concurrida por republicanos y demócratas, el presidente Joel Biden promulgó el ambicioso paquete bipartidista de infraestructura física por más de 1 millón de millones de dólares, que permitirá crear millones de empleos y dar una nueva estancada en la ruta hacia una economía “verde”.
En la tribuna habló la senadora demócrata de Arizona, Kyrsten Sinema y el senador republicano de Ohio, Rob Portman. Después de todo, no sólo fueron cruciales los dos partidos para aprobar el paquete, sino que en la cámara de representantes no hubiera sido posible aprobarlo sin que 13 republicanos se sumarán a la columna del “Sí”.
El presidente Biden, cuya popularidad ha caído 12 puntos porcentuales desde su punto más alto durante su presidencia, Lucía explicablemente contento. El plan de infraestructura física es una de las dos joyas legislativas de su presidencia, y de su éxito probablemente dependa la posibilidad de que los demócratas retengan el control del congreso del próximo año.
“Sé que están cansados de los dimes y diretes en Washington. Frustrados por la negatividad”, yo Biden dirigiéndose al público estadounidense. “Hoy quiero decirles que los escuchamos y los vemos. Esta ley…es prueba de que demócratas y republicanos podemos trabajar juntos”.
El presidente tiene razón. La abrumadora mayoría de las iniciativas de ley de la era Trump fueron aprobadas sin apoyo de los demócratas. Y la mayor iniciativa de rescate por la pandemia, aprobada en el congreso en marzo pasado, pasó sin apoyo de los republicanos. El hecho de que el paquete de infraestructura física haya sido probado con el apoyo de los dos partidos, abre una ventana de esperanza de que es posible avanzar una agenda legislativa en beneficio del pueblo estadounidense.
Y no es para menos. El paquete incluye 110 mil millones para carreteras, 66 mil millones para Internet de alta velocidad , 66 mil millones en trenes de pasajeros y carga, 65 mil millones para reconstruir la red eléctrica, 40 mil millones para reparación, reemplazo y rehabilitación de puentes, 39 mil millones para el sistema de transporte público, 25 mil millones para la modernización de aeropuerto, 17 mil millones en infraestructura portuaria y 7.5 mil millones para red nacional de cargadores de vehículos eléctricos.
Sólo la asignación presupuestal para el transporte público, tan importante para la comunidad latina, ya está rindiendo beneficios, porque algunas localidades han decidido no subir los precios gracias al apoyo federal.
Ojalá ese espíritu bipartidista reviviera nuevamente para lograr la aprobación de la segunda joya de la corona, la iniciativa de infraestructura social. La pandemia ha profundizado la brecha de desigualdad para las comunidades más vulnerables, que coincidentemente corresponden a los de los trabajadores esenciales. No se trata de un gasto, sino de una inversión a largo plazo, para que nadie se quede atrás.
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