El profesor Nicolás Maduro

Jesús Sánchez Meleán

Estoy seguro que quienes están leyendo este artículo se tropezaron alguna vez con el Profesor Jirafales. Y digo tropezar porque al igual que todos los otros personajes de “La Vecindad del Chavo”, Jirafales era un huésped en los hogares de toda latinoamericana entre los años 70 y 80 del siglo pasado.  Yo me sentaba a ver los episodios del programa cada tarde al terminar mis tareas escolares. Y tengo muy presente la parte del programa que tenía lugar en la escuela donde Jirafales enseñaba todas las materias.

Con ese recuerdo en mente me fue muy fácil conseguir en YouTube una escena de Jirafales y sus alumnos que me transportó a la infancia. Conseguí una en la cual, el profesor les decía a los chavos, chavalos, o chamos, de la vecindad, “Yo amo”, para ejemplificar la función de un verbo en una oración. A Jirafales no lo dejaron avanzar, porque la Chilindrina completó la frase diciendo, “si, a Doña Florinda”. Era conocido por todos el sentimiento secreto de Jirafales por el personaje de la madre de Quico, otro estudiante.

A duras penas los traviesos alumnos de Jirafales lo dejaron cumplir su objetivo académico de aquel día. Conseguí otra escena en la cual Jirafales hablaba de la importancia de una buena comunicación en la sociedad en la que vivimos. El profesor de la vecindad decía que la comunicación tiene tres componentes, un transmisor, el que habla; un receptor, el que recibe; y un código. A los traviesos alumnos les llamó la atención la palabra “código” por lo cual Jirafales tuvo que explicar que se refería al lenguaje, que permite que el hablante y el escucha se entiendan.

Viendo el programa entendí perfectamente que Jirafales representaba una metáfora muy poderosa. Ese personaje salía con una vestimenta formal. Hacia gala de su buena educación y de manera particular era un defensor del lenguaje y del buen hablar. Era la inspiración que señalaba la importancia que tiene la buena educación para tener sociedad civilizada, que avanza. Y saben que, me voy con una paradoja. A Nicolas Maduro, el de facto presidente de Venezuela, lo comparan con Jirafales. Claro es una comparación por sus rasgos físicos, únicamente.

Sí, Maduro tiene un parecido con Jirafales. Pero, ambos personajes distan mucho en aquello de la defensa de la educación y de las reglas del lenguaje. Maduro ha entrado en una batalla contra las normas que rigen al español. Esa batalla, dice Maduro es por la liberación del “yugo imperialista y colonial’. El presidente venezolano de facto considera que hace más de 500 años los españoles impusieron el idioma en las tierras que fueron conquistando. Siglos después son unos poquitos, los que imponen el como se debe hablar.

Suponemos que Maduro y su ministro de educación se refieren a que ellos quieren liberarse de lo que dictan los miembros de la Real Academia de Lengua Española. Dicho sea de paso, que ese “cogollito”, o “mafia del poder” como algunos podrían describirlos, son catedráticos del más alto nivel y están consustanciados con la naturaleza cambiante de la lengua. De gusto leer las actualizaciones periódicas que emite la Real Académica. Vemos como son proactivos y le otorgan el carácter de organismo vivo al español.

Con la excusa del liberar a los venezolanos del colonialismo español, Maduro ha eliminado las clases de gramática y ortografía en la primaria. Y más importante, ha prohibido que en las escuelas se corrija a los alumnos por pronunciar o usar palabras de manera incorrecta al hablar. Los maestros quedan impedidos de bajar puntos a los alumnos cuando escriban con errores ortográficos. Según Maduro y su ministro, esta prohibición tiene un carácter liberador y va a compensar el daño psicológico que causó el tener que seguir las reglas de gramática.

Las consecuencias de este exabrupto del régimen de facto que esta apoderado de Venezuela van a ser importantes. Los venezolanos quedan ahora sometidos a lo que los expertos llaman un “aislamiento lexical”. Como otro padecimiento, adicional a las carencias materiales que ya están en curso, los venezolanos van a ver como se empobrece la calidad de su léxico. Esta es otra de las tragedias creadas por el llamado “socialismo del siglo XXI”.