
Por Jesús Sánchez Meleán
La promesa de ganancias fáciles y rápidas con criptomonedas seduce a muchos. Las redes sociales están llenas de supuestos expertos mostrando gráficos que crecen como espuma. Pero lo que no se dice es que ese espejismo es la antesala de un fraude. Así lo advirtió el sargento Stephen Kimberly, de la Unidad de Fraudes de la Policía de Denver: “La estafa más lucrativa hoy es el ‘pig butchering’, donde hacen creer a la víctima que su inversión crece y crece para luego darse cuenta de que ya no puede recuperarla”.
La tecnología ha facilitado el trabajo de los delincuentes. Ahora es más difícil detectar la trampa porque los estafadores usan inteligencia artificial para sonar convincentes. Ya no hay errores de ortografía o acentos raros. Todo parece real. Incluso, en algunos casos como el de la “sextorsión”, modifican fotos y videos para chantajear a sus víctimas. Kimberly reveló: “Hemos recibido casos de personas extorsionadas con imágenes alteradas donde las colocan en situaciones comprometedoras”.
Nadie está a salvo
Lo que más preocupa es el patrón que se repite. Los estafadores generan pánico, aíslan a la víctima y la obligan a actuar rápido. Así le pasó a Omar Robledo, de 72 años, quien por poco paga 350 dólares en efectivo tras una llamada falsa sobre el corte de su electricidad. El truco siempre es el mismo: piden dinero a través de métodos imposibles de rastrear como criptomonedas, transferencias por Zelle o Venmo, o códigos de barras en tiendas. Las historias de víctimas como Omar deben hacernos reflexionar.
Nadie está a salvo. La fascinación por la tecnología y la falsa sensación de seguridad nos hace vulnerables. Hay que aprender a desconfiar, a detenerse y verificar. Como bien dijo el sargento Kimberly: “Las estafas evolucionan, pero la esencia es la misma: crean pánico y nos aíslan”. La solución empieza por hablar del tema en familia, informarse y no caer en la trampa. Porque en este mundo digital, quien no duda, pierde.

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